Os invitamos a leer esta reflexión de Juesús Marchal:
Los que necesitamos ayuda para todo nos convertimos en grandes dependientes de un número reducido de personas donde destaca el cuidador principal que es quien te ayuda casi siempre. Pero son tantas las actividades para las que necesito ayuda que siempre hay sitio para alguien más, siempre se agradece, tanto por parte del cuidador como del enfermo, que otra persona colabore. Lo que ocurre es que normalmente quién me presta ayuda una vez sabe que se arriesga a que le pide ayuda de nuevo, y claro cada uno tiene su vida y sus ocupaciones por lo que es mejor no dejarse ver mucho. Una de las cosas que más me entristeció cuando la sociedad me bajó del alto escalafón en el que vivía (médico especialista) a este nuevo en el que vivo ahora (pobretico enfermo) fue la deserción en masa de personas a mi alrededor lo que contribuyó a que percibiera de una forma más cruda la soledad que acompaña a la enfermedad. Con el tiempo he ido entendiendo las razones de esta estampida: la primera es “que me da cosa”, y no es más que la lástima que sienten muchas personas por el enfermo y por eso prefieren no verte (mirar a otro lado). Se trata de ver el problema desde la primera persona: yo mí me conmigo, cerrando los ojos a la segunda persona: tú y tus problemas. Y es un error creer que no quiero compañía, ya que si en algo he cambiado es en que ahora disfruto mucho más de los contactos con personas que antes porque en ellos reconozco el calor humano que me da fuerzas para vivir. Seguir leyendo
lunes, 15 de agosto de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario